Una de mis primeras fotografías, en la Romería del año 1996, de esas romerías íntimas como yo suelo llamar a los abriles lluviosos, de esos que nos impregnan de olores a hierba fresca, a monte nuevo, en que los días son eternos atardeceres.
Son 28 años los que separan este momento del latir diario de mi vida, y que hoy encuentro en esos álbumes que tantas romerías encierra, que tantas historias me cuentan y que tan gratos recuerdos me traen.
La Romería del año 1996 fue una de las lluviosas, aunque como cada vez que ocurre, el sonar de las campanas anunciando la salida de la Morenita, hace cesar la lluvia, y éste año no fue menos, aunque por mucho que poeticemos la escena, vaya manta de agua cayó en su procesionar.
El manto que cubría la imagen de la Virgen era un brocado en verde, con saya blanca con motivos florales también en color verde. Para que engañarnos, el manto no se le veía con ningún valor artístico. No sería la primera vez que en la fiesta grande andujareña la Morenita lucía este tipo de mantos, cosa que ahora no viene siendo así, ya que en los últimos años se cuida el terno que la Virgen lucirá ante la mirada de cientos de miles de personas.
A pesar de las intermitentes lluvias del último fin de semana de Abril del 1996, la Morenita pudo pasearse en su procesión de la mañana del Domingo, acompañada por sus cofradías y una gran multitud de fieles.
La fotografía que os presento, capta el momento de la despedida. La procesión había acabado y la Morenita devuelta a su camarín. Transcurrido un breve período de tiempo, decido visitarla adentrándome en el largo pasillo de la galería mariana, donde hacía cola un pequeño número de devotos. En el exterior, la lluvia volvía hacer acto de presencia.
Frente a Ella, vuelvo a contemplarla. Los fieles rodeaban el interior del camarín donde se haya entronizada la Santísima Virgen de la Cabeza, y el silencio se rompe por el cantar de las gargantas de un grupo de jóvenes, que con lágrimas en los ojos, le entonan una salve de despedida. Anduve dando vueltas por el camarín un buen rato antes de marchar nuevamente a Andújar, intentando retener esos momentos, esos instantes que tanto valen y con el pasar de los años se atesoran en el alma como una gran reliquia. Hoy desempolvo uno de esos recuerdos para revivir esas romerías. Romerías que nada tienen que ver con las actuales, por mucho que lo maquillen con la frase "es una fiesta viva".