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Blog personal devocional y cultural
Han pasado tan solo unos días, y retengo en mi mente estampas de Romería. Volvemos a estar en el punto de partida, en las eternas vísperas. La primavera ha llegado a su esplendor con aromas de flores frescas, murmullo de arroyuelos y gorgojeos de avecillas en sus juegos de amoríos. Pero en mi memoria aún se oyen redoble de tambores, los vítores y cánticos en ecos por las calzadas que se cuelan del interior del sagrado templo de la Reina de los cielos, del sol que poco a poco se esconde entre los montes de la serranía, y el recuerdo de un bello atardecer compartido con seres queridos, capaces de entender y leer los últimos momentos del día.
En la cumbre del Cabezo, ajetreo de cofradías, de reencuentros, saludos, lágrimas y emociones que se transmiten en la mirada, en un abrazo sentido, en alegrías y sensaciones compartidas. Mientras tanto, a mi lado, llama mi atención una golondrina, ensimismada en sus quehaceres, ajena a tanto revuelo, sin saber, que su obra maestra, su trabajo de albañilería, su nido que con tanto esmero trabaja entre barro y ramitas, cuelga del venerado templo mariano. Está tranquila, observando cuanto sucede a su alrededor, camuflada entre las verdes ramas del árbol que escolta la morada de la Señora. Sin saberlo, se ha hecho andujareña, y sus crías volarán al finalizar la estación estival a otras tierras lejanas, con la certeza de la sabia madre naturaleza de que han de volver a esta tierra serreña.
Mientras tanto, el atardecer baña de tonalidades nostálgicas este bello atardecer, único. Solo ocurre en las vísperas del último Domingo de Abril, mientras la vida en el mundo sigue su curso, y nosotros como manda la tradición, llegamos al corazón de Sierra Morena, donde las emociones llevan su nombre, donde las miradas aclaman su atención, donde el sol juega a colarse entre los alegres coloridos de las viejas banderas.
Ahora nos toca el alma el recuerdo, para dar vida a las estampas de aquel atardecer, donde las empedregadas calzadas fueron testigo de saludos, de charlas entre viejas amistades, donde el juego de colores que nos regala los últimos rayos de sol nos hace partícipes de un singular espectáculo de sensaciones. Es Sábado de Romería, y Sierra Morena vuelve a enlazar el pasado y el presente, y reunir como cada año, a tantos pueblos que acuden a la llamada de la Virgen Morenita, formando un solo pueblo, abrazados bajo el mismo manto y guiados por la misma mirada.