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Blog personal devocional y cultural
En el atardecer del invierno de un día cualquiera, cuando el sol se despide con los últimos rayos de luz, me encuentro a solas en su camarín.
Traía oraciones, peticiones y otras cosillas que voy murmurando a solas mientras me encamino en su busca, pero todo desaparece cuando estoy frente a Ella.
Adiós a cuantas palabras retenía en mi cabeza para después verbalizarlas cuando estuviera contemplando su cara en la más íntima soledad de su celestial morada.
Todo se desvanece,
mi boca enmudece
y habla el corazón,
que sin palabras siente
y Ella me entiende.
Encuentro una paz indescriptible, me encuentro sedado, dormido sin poder articular palabra, solo habla mi corazón, aquí la razón no comprende. Y me abandono dejando a mis pensamientos pulular a su modo. Bien sabe Ella acariciar el alma, que bien escogió el lugar donde gentes venidas desde cualquier punto de la faz de la tierra llegarán hasta Ella.
Y que caprichosa fue escogiendo esta serranía andujareña que me tiene robado el corazón.
Su mirada me tiene hipnotizado, que bien señalan sus ojos donde debemos elevar los nuestros... al cielo.
Que suerte la mía y que suerte la de Andújar de haber bajado del cielo a esta misma serranía.
Cuando tu quieras me marcharé, cuando tu quieras volveré.