Haciendo camino pienso en Ella. Mientras paseo entre jaras por los montes de Sierra Morena, repaso en mi mente lo que he de decir cuando esté a su lado. Recopilo promesas, me ahogo en suspiros... y poco a poco me voy alejando de la realidad de la vida para ahondarme en mi mundo, ese mundo donde camino, donde me hago peregrino, donde mi alrededor es mi inspiración, donde no me cuesta nada expresarme, donde soy yo mismo... donde hablo contigo.
Sierra Morena es un cielo, sus montes las nubes, y me pierdo entre ellas para divisar el sol, ese que brilla en la lejanía marcando la puerta de la gloria. Mientras tanto, sigo caminando. En mi mundo te diré: un te quiero, te pediré por mi gente, por lo que tanto anhelo, por los que me rodean... o simplemente te diré... gracias.
El aire frío que sopla en la sierra acaricia mi cara, y yo, ensimismado en mi mundo, me lleno de recuerdos, añorando un pasado, celebrando nuevos proyectos. Tú, me inspiras el alma, me llenas de vida. Hablo contigo a solas, imaginando tu rostro, tu dulce mirada.
Llego hasta Tí, me miras con ternura, con tristeza, con una dulce sonrisa... mi Virgen Morenita, la Madre celestial. Ahora ¿qué te voy a decir?. Lo he dicho todo en el camino que me lleva hasta Tí, ese camino donde tus peregrinos nos confesamos, conversamos con Dios, donde recordamos nuestra vida, donde quizás... de todo nos olvidamos.
Es mágica, Andújar guarda en sus entrañas un trocito de cielo, ese que la Virgen Morenita escogió, ese que hoy permanece vivo, donde se pierden las cifras de personas que llegan hasta aquí, buscando paz, tranquilidad, donde nos encontramos a nosotros mismos, donde te encontramos a Tí. Los vientos que recorren la sierra guardan en silencio promesas y sueños que florecen en Abril como claveles, para adornar tu templete en tu paseo de Primavera.
Quien pudiera ser parte de tu rostrillo para acariciar tu cara, quien pudiera ser la flor que te acompaña en Romería,
quien pudiera ser el niño que acaricia tu manto.
Ahora sueño un nuevo día,
volvamos hacer el camino,
contemplaré su cara dulcemente triste
entre el joyel que la encierra.